Augusto y Patrizia son dos jubilados de unos 70 años, ella antigua profesora de matemáticas y él de inglés. No tienen hijos y viven en un piso de alquiler desde que tienen uso de razón. Los gastos mensuales son ligeramente superiores a la media debido a un costoso edificio de apartamentos en el que se han realizado importantes obras de renovación. Por ello, la pareja pidió un préstamo bancario para pagar la primera cuota del condominio. Por desgracia, hace dos años Patrizia enfermó gravemente y, además de las visitas al especialista, tuvo que someterse a un tratamiento especial. Augusto sucumbe a su vez a la depresión y la gestión del presupuesto familiar queda suspendida durante más de un año. Los pagos del condominio, el alquiler, los préstamos y los servicios públicos se acumulan, pero la mujer y el marido no están en absoluto preparados para hacer frente a la situación. Afortunadamente, la enfermedad de Patrizia da un giro positivo, mientras que Augusto encuentra un equilibrio -aunque muy frágil- para continuar. Sorprendidos por un aviso de desahucio, piden ayuda a su banco, pero descubren que están denunciados como morosos debido a las cuotas vencidas de un préstamo. Entonces se pusieron en contacto con los servicios sociales de su municipio, que les facilitaron el número de teléfono de la Fundación. Durante la primera reunión, explicamos a Patrizia que las deudas pueden consolidarse en una sola. Y así sucesivamente.

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